15 de julio de 2011

La oscuridad las encontró.



Sentada en el sofá, con las piernas cruzadas, mirando a la televisión pero sin prestarle atención alguna. Emma y el tiempo no eran compatibles, llevaba en ese sofá toda la tarde, pero para ella tan sólo habían pasado unos minutos. El sol se estaba escondiendo por detrás de las montañas; justo cuando el último rayo de sol desapareció, sus lágrimas aparecieron. Habían estado escondidas toda la tarde, pero finalmente la oscuridad las encontró. Los sollozos apenas eran audibles, pero ahí estaban. Emma se abrazó las rodillas y apoyó en ellas su cabeza. Los recuerdos la atormentaban. Él, sus ojos verdes, su morena piel, su pelo castaño claro, con aquel mechón rebelde, su sonrisa, aquella que la dejaba sin respiración… Sus manos se enredaron en su cabello y ella cerró los ojos, imaginándose que era Rupert quién lo hacía.
El timbre de la entrada sonó, y ella, desganada, fue hacia la puerta. No se molestó en preguntar quién era, si era un ladrón no le iba a contestar. Cuando abrió la puerta, no daba crédito a lo que sus ojos veían. Rupert estaba frente a ella con una rosa roja entre sus manos.
-¿Me concedes una tregua?
Al terminar de decir esas palabras, la sonrisa preferida de Emma apareció. Ella sólo pudo asentir e invitarle a pasar.

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